EL FINAL DE LA ESCALERA

LA ESCALERA TERMINA

Este último epígrafe del capítulo 1 del Canto de la oración termina hablándonos de la humildad, el final del aprendizaje, el final del tiempo y el portal hacia la eternidad.

Para una mejor comprensión de todo el capitulo y de este epígrafe en particular, vale la pena hacer una recapitulación.

La oración surgió con la Creación. Es la forma de comunicación entre el Padre y el Hijo. El Padre se extiende a Sí Mismo, y crea a Su Hijo y lo bendice y el Hijo agradece al Padre. Esta es la oración en su estado original. Con la separación nos olvidamos del verdadero significado de la oración y la redujimos a un querer, a un pedir para que nuestras carencias se satisfagan. Regresar a la oración original es un proceso de aprendizaje que se representa como una escalera que nos lleva de este mundo hasta el Cielo. Desde la naturaleza del ego, todo deseo, todo pedir es una oración. Luego oscilamos entre pedir cosas de este mundo, y virtudes como la bondad y la honestidad. Después pasamos a orar por otros, orar por nuestros enemigos, por lo que debemos perdonarnos nuestra creencia de tener enemigos y reconocerlos como nuestros hermanos. A partir de allí podemos tener formas más avanzadas de oración como orar con otros. Cuando ya no percibimos enemigos sino hermanos, y podemos tener metas comunes, como orar con otros, en ese momento podemos comprender que la salvación es una empresa común, este nivel nos conduce al final de la escalera, en esta etapa experimentamos la verdadera humildad.

«La oración es un camino hacia la verdadera humildad. Y aquí de nuevo se eleva lentamente, y crece en fuerza y amor y santidad.» nos podemos preguntar ¿porque la oración nos conduce a la humildad? En primer lugar, si la oración está dirigida a Dios, la humildad es una manera de reconocer Su Poder y Su Gloria. Cuando reconocemos nuestro verdadero origen como perfectos Hijos de Dios, creados a Su semejanza, sabemos que tenemos los mismos atributos del Padre y los utilizamos con sabiduría sin arrogancia. Al pasar de considerar a los otros, ya no como enemigos sino como hermanos, apreciamos la perfecta igualdad del Hijo de Dios, al saber quienes somos realmente, nuestro Ser no necesita aparentar lo que no es, ni sentirse superior a nadie. Ser humilde es reconocer nuestros errores y aceptar la ayuda de Jesús y del Espíritu Santo para perdonarlos, mientras continuamos nuestro camino de regreso a casa.

En resumen quien sabe de su grandeza, de su inmutabilidad e invulnerabilidad, no necesita aparentar nada ni demostrar nada, simplemente es, y da gracias a Su Padre por los dones recibidos. Esa es la oración en su forma más avanzada, En ese sentido la oración nos conduce a la humildad, desde allí nos eleva en fuerza, amor y santidad.

«Permítele tan solo que abandone el suelo desde el que empieza a elevarse hacia Dios, y la verdadera humildad vendrá por fin a agraciar la mente que pensó que estaba sola y se enfrentaba al mundo.» Cuando aceptamos la ayuda de Jesús, la oración comienza a elevarnos, desde lo más terrenal y mundano, y en la medida que perdónanos y oramos por y con otros, la verdadera humildad vendrá a nosotros a agraciarnos con sus bendiciones, pues sabemos que no marchamos solos.

«La humildad trae paz porque no exige que tú debas regir el universo, ni juzga todas las cosas como quisieras que fuesen.» cuando oramos por otros, incluido nuestros «enemigos» e iniciamos la empresa común de orar con otros, hemos renunciado a juzgar, ya no pretendemos que el mundo sea como nosotros queremos, todo es una aceptación, solo bendecimos y agradecemos, en ese momento comenzamos a disfrutar la paz que la oración trae consigo.

Alegremente dejamos a un lado todos los ídolos y pequeños dioses que habíamos inventado «no con resentimiento, sino con honestidad y reconocimiento de que no sirven.»

«Las ilusiones y la humildad tienen metas tan alejadas que no pueden coexistir, ni compartir una morada donde pudieran encontrarse.» las ilusiones son la pretensión del ego de poder construir un mundo diferente a Dios, negar el amor, creerse superior a Dios, las ilusiones representan la arrogancia del ego, por eso no puede coexistir con la verdadera humildad.

«Donde ha llegado una, la otra desaparece. Los verdaderamente humildes no tienen más meta que Dios porque no necesitan ídolo alguno, y la defensa ya no tiene un propósito.»
Los verdaderamente humildes al saber quienes son, han perdonado sus miedos, viven en paz, y por lo tanto, no están a la defensiva, pues saben que en su indefensión radica su fortaleza, su meta es Dios y sabe que si une su mente a la de Dios, nada le podrá suceder, cuando el amor llega el miedo desaparece.

«Los enemigos son inútiles ahora, pues la humildad no se opone a nada.» la humildad llega a nosotros cuando el amor y la paz dominan nuestra consciencia, ya no vemos enemigos sino hermanos, no nos resistimos a ninguna experiencia, solo nos dejamos guiar por el Espíritu Santo con la certeza que el nos llevara a ver todo con los ojos del amor.

«No se oculta avergonzada porque está contenta con lo que es, a sabiendas de que la creación es la Voluntad de Dios.» la verdadera humildad esta libre de culpa, pues quien creía tenerla la ha perdonado, por ello, no se oculta ante nadie ni ante nada, no siente vergüenza de sí misma, simplemente reconoce lo que es.

La oración es un camino para regresar al amor que somos, partimos de los niveles más bajos a los que nos condujo la separación, para ir ascendiendo poco a poco a niveles mas avanzados, en las que vamos renunciando a creernos carentes y ya no pedimos cosas que creemos que nos faltan, solo perdónanos, y agradecemos. Ya no consideramos a nuestros hermanos como enemigos, y podemos orar con otros en propósitos comunes, comprendemos que la salvación es una empresa conjunta. Al reconocer el Cristo en mis hermanos lo reconozco también en mi, no hay nada que aparentar, no hay nada que mentir, me siento igual a todos mis hermanos, la arrogancia ha desparecido, la verdadera humildad ha llegado, estoy al final de la escalera y doy gracias a mi Padre por todos los regalos recibidos. El tiempo desaparece para que la eternidad ocupe su lugar, la oración vuelve a ser lo que siempre ha sido, una danza infinita de amor y gratitud, una eterna melodía que entonamos tras cada bendición de nuestro Padre, la armónica sinfonía de un corazón universal que late bajo las notas de la felicidad.
Bendiciones

En ese momento podemos decirle a todo aquel que venga a unirse en oración con nosotros «No puedo ir sin ti, pues eres parte de mí.”
Cuando nos unimos con nuestros hermanos en oración y nos ubicamos a la puerta del Cielo, donde termina el tiempo y comienza la eternidad. «La oración se ha convertido en lo que siempre estuvo destinada a ser, porque has reconocido el Cristo en ti.»

Oscar Gómez Díez
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