
14. ¿QUÉ SOY?
Comentado por:
Oscar Gómez Díez
Esta es una pregunta que el ser humano se ha hecho desde tiempos inmemoriales. La han formulado las religiones, la filosofía, la historia, la literatura, el arte, la música, la psicología, la medicina y diversas ciencias.
¿QUÉ SOY? DESDE EL MUNDO:
Las respuestas son tan diversas, como diversos son los sistemas de pensamiento que la formulan y la contestan.
Sócrates que fue muy sabio se cuestionó así mismo diciéndose: «Sólo se que nada sé» pues en este mundo de la percepción no tenemos al conocimiento todo abarcante del Espíritu, y por lo tanto, no se atrevió a definirse, quizás porque comprendió que las palabras son un límite para definir lo ilimitado. Más sin embargo, Sócrates nos dejó un consejo permanente que después de más de 2.500 años sigue vigente: «Conócete a ti mismo» frase con la que se encontrarían aquellos que iban a visitar el Oráculo de Delfos en la Grecia clásica.
Aristóteles se atrevió a una definición, no tan profunda como la de Sócrates, dijo que el hombre es un animal político, en el sentido que somos seres sociales que necesitamos vivir en comunidad, la polis, la ciudad griega.
Roseau diría que el hombre es alguien cuya naturaleza es amor y piedad, pero se corrompe por las desigualdades que generan la propiedad privada y las necesidades que se producen, en este caso el hombre puede hacer uso de su libertad y su voluntad, para retornar a un estado de igualdad.
La psicología diría que somos la suma de nuestros deseos e instintos, interactuando con el mundo exterior, y de cuyos conflictos resultantes, surgiría nuestra personalidad.
Desde la astrología diríamos que soy acuario, soy leo, soy capricornio, soy sagitario, etc.
La iglesia diría que somos pecadores que estamos expiando nuestras culpas con sacrificio y dolor.
El arte diría que somos un ser simbólico en busca de su significado.
La literatura describiría nuestra imaginación, nuestras fantasías y nuestros conflictos.
La medicina y la biología describiría nuestro cuerpo, sus órganos y la manera de mantenerlo funcional.
La economía moderna nos describiría como consumidores con hábitos cambiantes que hay que satisfacer para podernos vender algún producto.
Los gobiernos nos considerarán ciudadanos cuando cumplimos sus expectativas, o rebeldes cuando exigimos algún derecho.
¿QUÉ SOY? DESDE NUESTRO YO INDIVIDUAL:
Formulamos individualmente la pregunta, y la contestamos de alguna manera cuando alguien nos la hace. Tendemos a describimos de acuerdo a los roles e interacciones que vamos desempeñando: soy el hijo de mis padres cuando dependo de ellos, soy estudiante, o soy un trabajador, y nos identificamos con nuestra profesión u oficio: soy ingeniero, soy odontólogo, soy panadero, o desde relaciones filiales, soy el padre de mis hijos, soy esposo o amante, soy tío, soy abuelo, etc. Pero también nos identificamos con nuestro nombre, cuerpo, edad o nacionalidad: soy (————nombre y apellido) tengo tantos años, soy hombre o mujer, homosexual, u otra diversidad sexual, soy español, colombiano, mexicano o argentino.
Después de semejante recorrido, nos podemos volver a preguntar: ¿Qué soy? Todas las respuestas que demos desde el mundo serán incompletas, y nos conducirán al conflicto y el sufrimiento. Son las falsas identidades que el ego ha fabricado.
¿QUÉ SOY? EN LA BIBLIA:
Cuando Moisés le pregunta a la zarza ardiente ¿quien es Aquel que le habla,? la respuesta es muy interesante.
«Y dijo Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y añadió: Así dirás a los hijos de Israel: «YO SOY me ha enviado a vosotros.» Éxodo 3:14
La respuesta no fue un nombre, por ejemplo, Yo soy Yahvé o Yo soy Jehová, sino «Soy el que Soy» esta es una respuesta que pudo tener un mayor desarrollo en el Antiguo Testamento, pero por alguna razón no la tuvo, y decidieron identificar a Dios con los distintos nombres que aparecen en la Biblia.
Pero cuando se trataba de transmitir reglas o leyes se utilizaba otro termino: «yo soy el SEÑOR» que en el mundo antiguo se asimilaba a «yo soy tu rey» yo soy tu gobernante y decreto lo siguiente, en el caso de Dios de la Biblia, los mandamientos.
¿QUE SOY? EN EL NUEVO TESTAMENTO:
Prácticamente hubo que esperar hasta la llegada de Jesús, para que se pasara de una entidad colectiva «pueblo de Dios», «hijos de Israel» a una más genérica y universal: «Hijo de Dios».
LOS SIETE YO SOY EN EL EVANGELIO DE JUAN:
En el evangelio de Juan aparecen 7 maneras en las que Jesús se identifica:
Yo Soy El Pan de Vida (Juan 6:35)
Yo Soy La Luz del mundo (Juan 8:12)
Yo Soy La Puerta (Juan 10:9)
Yo Soy El Buen Pastor (Juan 10:11)
Yo Soy la Resurrección y la Vida (Juan 11:25)
Yo Soy El Camino, La Verdad y La Vida (Juan 14:6)
Yo Soy La Vid Verdadera (Juan 15;5)
LOS SIETE YO SOY EN EL APOCALIPSIS:
En el Apocalipsis aparecen otras variantes para identificar el Yo Soy:
1. Yo Soy el Alfa y la Omega, que significa: Yo soy el Principio y fin.
3. Yo Soy el Primero y el Último
4. Yo Soy el que escudriña la mente y el corazón
5. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana
6. Yo soy El que es y que era y que ha de venir
6. Yo soy El Todopoderoso
Recordemos que el Nuevo Testamento se escribió en griego. Alfa es la primera letra del alfabeto griego y Omega la última, traducido literalmente al español, significaría: «yo soy la A y la Z», yo soy el principio y el fin, algo así, como soy la totalidad del alfabeto, la totalidad de lo que Existe.
QUÉ SOY EN LAS TRADICIONES ORIENTALES?:
En las tradiciones orientales se formula la pregunta y se responde como parte del aprendizaje, y se realizan meditaciones tanto con la pregunta como con la respuesta, utilizando palabras en el idioma sánscrito, así:
«Ko ham?» Quien soy?
Y se responde:
«So ham» Yo soy, Yo soy eso.
También se le antecede la palabra OM que consideran el sonido del universo, y queda la siguiente afirmación que se utiliza como un mantra:
«OM Soham»
que significaría:
«yo soy el universo, yo soy parte de él. Yo estoy conectado a esa fuente infinita”
También utilizan la frase So Ham para meditar. Se inhala SO y se exhala HAM, además de recordar quien soy. El ritmo de la inhalación y la exhalación utilizando estas palabras, puede llevar al practicante a niveles profundos de relajación y meditación.
El ADVAITA:
En la tradiciones orientales, y en el Advaita en particular, diferencian al espíritu del ego con mayúsculas y minúsculas:
Yo y yo
Ser y ser
Soy y soy
Para discernir entre lo inmutable y lo mutable, en relación a nuestras falsas creencias, se preguntan y se responden, de la siguiente manera a modo de ejemplo:
Pregunta:
¿Quién es ese yo que siente miedo?
Respuesta:
Ese no soy Yo. Eso no es mi Ser, Yo no Soy eso.
Pregunta:
¿Quién es ese yo que siente rabia?
Respuesta:
Ese no soy Yo. Eso no es mi Ser, Yo no Soy eso
Al reconocer un pensamiento que no tiene las cualidades del ”Yo Soy” se considera falso, por lo que se suelta, se abandona, lo que queda entonces es el Ser, el Yo Soy con mayúscula. El método Advaita parte de establecer lo que no es, para suprimirlo, y de esta manera permitir que aflore lo que es: ”Yo Soy.”
14. ¿QUÉ SOY? EN UN CURSO DE MILAGROS:
Un Curso de Milagros, nos plantea que en este mundo tenemos un problema de identidad debido a las interferencias del ego en nuestras mentes, que nos impiden reconocer nuestra verdadera identidad inmortal. Estamos atrapados en el mundo de la percepción y lo que somos es distorsionado por nuestros juicios. Solo cuando perdónanos todas nuestras culpas, miedos y juicios, con la ayuda del Espíritu Santo, podremos acceder al conocimiento todo abarcante del Cielo y sabremos quienes somos realmente.
Desde este mundo siempre nos vamos a hacer la pregunta ¿Qué soy?. Así que el Curso también la formula y la responde. La respuesta pareciera tener dos niveles, un primer nivel más metafísico y un segundo nivel más comprensible para quienes creemos vivir en este mundo.
SOY INDEFINIBLE:
Las palabras son símbolos de comunicación que nos hemos inventado en este mundo, por lo tanto, no alcanzan a describir a una entidad todo abarcante como lo es Dios, pues nuestras propias limitaciones físicas, lingüísticas e interpretativas, nos lo impiden. Lo mismo sucede con nosotros en nuestra condición de Hijos de Dios, creados a Su semejanza.
«La verdad de lo que somos no es algo de lo que se pueda hablar o describir con palabras.» (L-PII.14.2:4)
En este mundo no podemos describir quienes somos realmente en el estado del Cielo. Nuestra descripción estaría circunscrita a las limitaciones de la percepción en este mundo. Las palabras «no pueden expresar lo que se encuentra más allá de todo símbolo.” (C-in.3:3) las palabras no pueden describir a Dios ni al Cielo, que están más allá de todo símbolo y de toda comprensión mundana.
La aclaración que hace el Curso está en consonancia con lo que dicen las tradiciones orientales que a la pregunta de ¿Qué soy? Contestan: “Yo Soy”, pero «Yo Soy» en sí no es una definición, lingüísticamente es la conjugación del verbo ser en modo presente, de la primera persona en singular.
Entonces salta la pregunta, porque los sistemas espirituales más avanzados se quedan sólo con el «Yo Soy?» La respuesta sería que cualquier agregado que le pongamos en este mundo limita a lo ilimitado.
Desde esta perspectiva «Yo Soy» lo consideramos como una referencia a algo que representa a una totalidad que no logramos definir desde la percepción, pero que sentimos que hacemos parte de ella, y como no logramos definirla desde este mundo, solo podríamos experimentarla.
En ese sentido Sócrates tenía razón, cuando reconoce que ”sólo sé que nada sé”, abriendo la posibilidad a una apertura desde el mundo perceptual al estado del conocimiento. Quienes creen «saber» no están interesados en aprender pues creen saberlo todo. Para acceder al conocimiento se requiere humildad. De ahí el consejo de Sócrates: “Conócete a ti mismo” si lo hacemos podremos llegar a saber quiénes somos, Jesús agregaría, que para llegar a conocernos y escapar del mundo de la percepción, necesitamos de la ayuda del Espíritu Santo, que goza del conocimiento todo abarcante propio del estado del Cielo, y reconocer que somos Espíritu tal como Dios nos creó.
Igualmente la respuesta de Dios a Moisés, «YO SOY EL QUE SOY» no quiere decir que SOY sea su nombre, como «yo soy Jehová, yo soy Yahvé, pues «Dios no tiene un nombre» (L-184.12:1), así las distintas religiones busquen identificarlo con un nombre. En algunas traducciones de la Biblia Dios aparece diciendo ”SOY EL QUE SOY” y en otras le anteponen el prefijo personal ”YO”, quedando como ”YO SOY EL QUE SOY” Pero siendo Dios una totalidad todo abarcante, difícilmente se podría identificar como un Yo separado y diferenciado, pues estaría negando la totalidad misma que Él es.
Tanto para el mundo como para la espiritualidad, el verbo ser en primera persona, nos identifica con cualquier agregado que le pongamos al «yo soy», por ejemplo:
Yo soy + cocinero
Yo soy + la luz del mundo.
«Yo soy» + la sumatoria de todas mis creencias.
El ego invirtió nuestra realidad inmortal para dar lugar a este mundo ilusorio de separación, por lo que parece que experimentamos una crisis de identidad. Pero si invertimos el orden del mundo del ego, que es lo que se propone el Curso, si perdónanos todas nuestras falsas creencias, si nos deshacemos de todas nuestras creencias no amorosas, ¿que queda? Queda «Yo Soy» volvemos a nuestro estado original, a la unidad con la totalidad, al reconocimiento que Soy Espíritu, tal como Dios me creó.
UNA APROXIMACIÓN DE DEFINICIÓN:
En este mundo nos queda la posibilidad de formular una definición aproximada de ¿Qué Soy?, haciendo un uso amoroso de las palabras a partir de nuestra práctica de perdón: «Podemos, sin embargo, darnos cuenta de la función que tenemos aquí, y usar palabras para hablar de ello así como para enseñarlo, si predicamos con el ejemplo.» (L-PII.14.2:5) la función que tenemos en este mundo es perdonar. Hacemos consciencia de esta función cuando elegimos escuchar al Espíritu Santo y decidimos perdonar nuestras falsas creencias. De esta manera nuestra percepción se amplía pasando de una percepción falsa a una percepción verdadera. En ese caso podríamos formular una definición aproximada de quienes somos, con las limitaciones que el lenguaje nos permiten hacer:
«Soy el Hijo de Dios, pleno, sano e íntegro, resplandeciente en el reflejo de Su Amor.» (L-PII.14.1:1)
AMOR, INTEGRIDAD Y PLENITUD:
Esta definición se nos hace comprensible cuando hemos estudiado por lo menos 350 lecciones del Libro de Ejercicios, cuya práctica nos puede llevar a considerar como cierta esta definición de quienes somos, y decidimos identificarnos con ella. Sin embargo, mientras tengamos un cuerpo y mantenemos alguna identificación con él, lo más posible es que podamos considerar que somos otra cosa. Más sin embargo, este texto, hace la definición como si la hubiésemos asumido en su totalidad: «En mí Su creación se santifica y Se le garantiza vida eterna.» (L-PII.14.1:2) fuimos creados santos, como santo es nuestro Padre, y por lo tanto, santificamos Su creación. Nada que ver con la creencia de que somos pecadores, culpables y merecedores de algún castigo.
«En mí el amor alcanza la perfección, el miedo es imposible y la dicha se establece sin opuestos.» (L-PII.14.1:3) Metafísicamente hablando, en el estado del Cielo el Amor es la única «forma» de Existencia, es un Amor perfecto pues no tiene opuestos, lo abarca todo, por lo tanto, «el miedo es imposible» Donde solo hay Amor y paz, no puede haber miedo ni conflicto, este es un estado que se nos manifiesta como dicha infinita.
«Soy el santo hogar de Dios Mismo. Soy el Cielo donde Su Amor reside. Soy Su santa Impecabilidad. Misma, pues en mi pureza reside la Suya Propia.» (L-PII.14.1:4-6) Si el Hijo de Dios fue creado a Su semejanza, entonces tiene que gozar de los mismos atributos del Padre: Soy Amor, pureza, impecabilidad, soy el Cielo, soy el hogar de Dios Mismo.
EL FIN DE LAS PALABRAS:
Las palabras son símbolos de símbolos, y por lo tanto, están doblemente alejadas de la realidad. Las palabras son nuestra forma de comunicarnos y representar el mundo gobernado por la percepción, por nuestros juicios e interpretaciones, pero las palabras no son la forma de comunicación en el estado del Cielo, donde no existen cuerpos ni órganos de fonación para pronunciar palabras, la comunicación en el Cielo es mental, pero mientras creamos estar en este mundo podemos utilizar las palabras con otro propósito: ser un medio de comunicación para perdonar y sanar nuestra mente y nuestras relaciones. Cuando hemos cumplido nuestra función, «La necesidad de usar palabras está casi llegando a su fin ahora.» (L-PII.14.2:1) Nos encontramos ante las últimas lecciones del libro de ejercicios, estas lecciones ya no se proponen explicar nada, pues ya todo fue explicado, y la práctica del perdón, nos ofrece la posibilidad de experimentar el amor de Dios, y de comunicarnos con Él, sin necesidad de palabras, en la quietud de nuestra mente, desde el silencio de nuestro corazón nos podemos comunicar con Dios, allí las palabras sobran pues habremos atravesado el umbral del tiempo al de la eternidad.
LO QUE YO SOY TÚ LO ERES:
«Mas en los últimos días de este año que tú y yo juntos le ofrecimos a Dios, hemos encontrado un solo propósito, el cual compartimos. Y así, te uniste a mí, de modo que lo que yo soy tú lo eres también.» (L-PII.14.2:2-3) Aquí Jesús recapitula el trayecto que hemos recorrido juntos a través del Libro de Ejercicios, al unirnos a Jesús, nos convertimos en Uno con Él. Si nos hemos unido a Jesús, entonces «Somos los portadores de la salvación. Aceptamos nuestro papel como salvadores del mundo, el cual se redime mediante nuestro perdón conjunto.» (L-PII.14.3:1-2)
Al perdonar ponemos en práctica la ley del amor, que dar es lo mismo que recibir: «Y al concederle el regalo de nuestro perdón, éste se nos concede a nosotros.» (L-PII.14.3:3) Con el perdón recibimos el regalo de la visión de Cristo, la visión del amor, y «Vemos a todos como nuestros hermanos, y percibimos todas las cosas como buenas y bondadosas. No estamos interesados en ninguna función que se encuentre más allá del umbral del Cielo.» (L-PII.14.3:4-5) El Cielo será nuestro único propósito, nuestra única meta, pues ya sabemos quienes somos y vamos tras ello.
DE LA PERCEPCIÓN AL CONOCIMIENTO:
«El conocimiento volverá a aflorar en nosotros cuando hayamos desempeñado nuestro papel. Lo único que nos concierne ahora es dar la bienvenida a la verdad.» (L-PII.14.3:6-7) En este mundo estamos atrapados por la percepción, por la interpretación que hacemos a través de los órganos de los sentidos de nuestros cuerpos. Al regresar al Cielo tendremos acceso al conocimiento todo abarcante que tiene Dios y del que gozamos por ser Su Hijo. La verdad se restablece en nuestras santas mentes.
LA UNIDAD Y LA VISIÓN DE CRISTO:
«Nuestros son los ojos a través de los cuales la visión de Cristo ve un mundo redimido de todo pensamiento de pecado. Nuestros, los oídos que oyen la Voz que habla por Dios proclamar que el mundo es inocente.» (L-PII.14.4:1-2) Este es un uso metafórico del lenguaje, pues realmente ni vemos ni oímos con los ojos y oídos del cuerpo, sino con la visión de Cristo, la visión del corazón, pero ponemos nuestros ojos y oídos al servicio del perdón y del amor, y desde esa perspectiva» vemos» y «oímos» un mundo perdonado, un mundo inocente y en paz.
«Nuestras, las mentes que se unen conforme bendecimos al mundo. Y desde la unión que hemos alcanzado, invitamos a todos nuestros hermanos a compartir nuestra paz y a consumar nuestra dicha.» (L-PII.14.4:3-4) la unidad que propugna el Curso es la unidad de nuestras mentes, no de nuestros cuerpos, pero en ese proceso podemos utilizar el cuerpo como un instrumento de comunicación al servicio del perdón, y desde esa perspectiva podemos invitar a nuestros hermanos «a compartir nuestra paz y a consumar nuestra dicha.» y esto lo hacemos principalmente con el poder de nuestro ejemplo, de nuestra propia sanación.
SOMOS LOS SANTOS MENSAJEROS DE DIOS:
«Somos los santos mensajeros de Dios que hablan en Su Nombre, y que al llevar Su Palabra a todos aquellos que Él nos envía, aprendemos que está impresa en nuestros corazones.» (L-PII.14.5:1) Si los milagros han obrado en nosotros, si hemos corregido nuestra mente errada, entonces podremos ayudar a nuestros hermanos a obrar milagros, pues la salvación de mis hermanos es la mía propia.
DEL PROPÓSITO DEL EGO AL PROPOSITO DEL AMOR:
«Y de esa forma, nuestras mentes cambian con respecto al objetivo para el que vinimos y al que ahora procuramos servir.» (L-PII.14.5:2) A este mundo vinimos a hacer real la separación, y después de perdonar todas nuestras falsas creencias, ahora servimos cómo portadores de paz y perdón para restablecer la unidad que somos. Si cumplimos nuestra función en este mundo junto con Jesús, podemos decir con certeza y alegría: «Le traemos buenas nuevas al Hijo de Dios que pensó que sufría. Ahora ha sido redimido. Y al ver las puertas del Cielo abiertas ante él, entrará y desaparecerá en el Corazón de Dios.» (L-PII.14.5:3-4)
El perdón nos trae el recuerdo de Dios y de quienes somos realmente, una vez sabemos quienes somos, el camino de regreso a casa, del retorno al Amor queda establecido, mientras caminamos hacia ese propósito percibiremos mayor paz y dicha, y seguiremos avanzando con mayor confianza y seguridad hasta convertirnos en el Amor mismo.
Bendiciones
Oscar Gómez Díez
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