
LECCIÓN 46
«Dios es el Amor en el que perdono.»
Comentada por:
Oscar Gómez Díez
Siendo el perdón la columna vertebral del Curso de Milagros, es muy significativo, que solo en la lección 46 se haga el primer ejercicio con una alusión directa sobre el perdón encabezando la idea del día. Pareciera que se necesitaba que aprendiéramos a negar la realidad del ego y sus manifestaciones para que comprendiésemos el alcance y la profundidad de la práctica del perdón que nos propone el Curso. Esta lección no solo es una práctica sobre el perdón sino también una explicación de gran profundidad metafísica sobre el objeto del perdón.
‘Dios no perdona porque nunca ha condenado.» esta no es una afirmación cualquiera, va en contravía de lo que muchas religiones nos dicen acerca del perdón cuya causa adjudican a un supuesto pecado, que hemos ofendido a Dios. Es lo opuesto al mito del pecado original de la tradición judeo cristiana, que dice que Dios nos expulsó del Paraíso porque nos comimos una manzana. Y como consecuencia de ello, pasamos de un estado de plenitud y abundancia a un estado de carencia, donde nos «ganamos el pan con el sudor de la frente».
El castigo fue que pasamos de un estado de inmortalidad a un estado mortal dónde la enfermedad y la muerte son la regla. Pasamos de un estado de paz a uno de conflictos y guerras contra todo el mundo, que a la vez oculta, la más importante guerra que libramos, la guerra contra nosotros mismos. Aquí se está invirtiendo el arquetipo del pecado original por uno de inocencia. Dios no es el culpable que vivamos en el infierno de este mundo. No estamos ante el Dios vengador e iracundo que nos enseña el antiguo testamento. Y la lección nos explica porqué, «primero tiene que haber condenación para que el perdón sea necesario.» Si Dios es un Amor perfecto sin opuestos, entonces no juzga ni condena. Si Dios no nos ha condenado, entonces no es necesario su perdón. Así que nos puede asaltar la pregunta, si Dios no nos condenó, si Dios no nos castigó, quien nos expulsó del Paraíso?. La respuesta es obvia, fuimos nosotros mismos. Fuimos nosotros los que soñamos que nos habíamos separado del Padre y nos hemos creído ese sueño.
Aquí la teoría de la separación del Curso se identifica más con la parábola del Hijo pródigo de Jesús, que con la expulsión del Paraíso del Génesis. Fuimos nosotros los que elegimos irnos y los que tenemos que elegir volver a la casa del Padre. De ahí que: «El perdón es la mayor necesidad de este mundo, y esto se debe a que es un mundo de ilusiones. Aquellos que perdonan se liberan a sí mismos de las ilusiones, mientras que los que se niegan a hacerlo se atan a ellas.» Entonces que es lo que perdona el perdón? Lo que perdonamos son nuestras ilusiones de separación, nuestro falso «yo» que ha negado el amor y que en su huida fabricó este mundo dual y conflictivo. Lo que se perdona son nuestros falsos pensamientos de separación, culpa y miedo. Lo que se perdona es aquello que no es verdad en nosotros, para que la verdad que somos aflore.
Y quién perdona a quien? En realidad nos perdonamos a nosotros mismos. Perdonamos nuestros propios errores de percepción acerca de nuestros hermanos, y sobre nosotros mismos. Me perdono por haber proyectado (acusado) a mis hermanos de mis miedos y culpas. Pero como estamos imbuidos en una falsa idea del perdón, de que fue el otro quien me ofendió, entonces el curso nos ofrece la posibilidad de perdonar en primer lugar a mis hermanos para luego pasar a perdonarnos a nosotros mismos. «De la misma manera en que sólo te condenas a ti mismo, de igual modo, sólo te perdonas a ti mismo. Pero si bien Dios no perdona, Su Amor es, no obstante, la base del perdón.»
Como perdonamos lo que es falso en nosotros, la única manera de hacerlo posible es con la verdad, con el amor, sin el Amor de Dios es imposible perdonar. Sin la ayuda del Espíritu Santo es imposible perdonar de manera efectiva, pues se requiere de Alguien que pueda ver nuestros errores sin emitir juicios y proceder a disolverlos. Ese es el papel del Espíritu Santo, la Voz que habla por Dios, el Amor de Dios que hace posible nuestro perdón.
«El miedo condena y el amor perdona. El perdón, pues, des-hace lo que el miedo ha producido, y lleva de nuevo a la mente a la conciencia de Dios.» Nuestros miedos, que no son más que la recreación del miedo original al supuesto castigo de Dios, nos lleva a proyectarlo sobre nuestros hermanos. Los condenamos y atacamos con la falsa esperanza de librarnos de nuestros miedos y culpas. No lo logramos, pues las ideas no abandonan su fuente, pero hemos incrementado nuestros conflictos y culpas. Solo ante la serena presencia del amor el miedo desaparece. Solo el perdón sana nuestra mente de las ilusiones de miedo y ataque, solo el perdón nos devuelve la cordura y la paz mental. De esta manera el perdón nos regresa a la consciencia de Dios. «Por esta razón, al perdón puede llamársele verdaderamente salvación. Es el medio a través del cual desaparecen las ilusiones.» El perdón es el mecanismo para la corrección de nuestros errores, por eso se equipara el perdón a la salvación. El perdón es el único camino que nos lleva de regreso al Padre al liberarnos de los obstáculos que nos impiden experimentar a Dios y Su Amor.
PRACTICA:
Tres sesiones largas de 5 minutos cada una. Continuamos con el método de auto indagación mental, y la búsqueda de pensamientos relacionados o afines a la idea del día.
Comienza repitiendo la idea de hoy para tus adentros:
«Dios es el Amor en el que perdono.»
«Cierra los ojos mientras lo haces, y dedica un minuto o dos a explorar tu mente en busca de aquellas personas a quienes no has perdonado.» hasta aquí la instrucción parece normal, pero luego aparece una recomendación muy exigente, por su universalidad: «No importa en qué medida no las hayas perdonado. O las has perdonado completamente o no las has perdonado en absoluto.» El perdón debe ser total y absoluto, o no es perdón. Cualquier pequeño resentimiento o molestia que tengamos con alguien debe ser objeto de perdón, y no sólo aquellos casos en que nos sintamos muy ofendidos por algo o alguien.
«Si estás haciendo los ejercicios correctamente no deberías tener ninguna dificultad en encontrar un buen número de personas a quienes no has perdonado. En general, se puede asumir correctamente que cualquier persona que no te caiga bien es un sujeto adecuado. Menciona cada una de ellas por su nombre, y di:»
«[Nombre], Dios es el Amor en el que te perdono.»
«El propósito de la primera fase de las sesiones de práctica de hoy es colocarte en una posición desde la que puedes perdonarte a ti mismo. Después que hayas aplicado la idea a todas las personas que te hayan venido a la mente, di para tus adentros:»
«Dios es el Amor en el que me perdono a mí mismo.»
«Dedica luego el resto de la sesión a añadir ideas afines tales como:»
«Dios es el Amor con el que me amo a mí mismo.»
«Dios es el Amor en el que me alzo bendecido.»
«El modelo a seguir en cada aplicación puede variar considerablemente, pero no se debe perder de vista la idea central. Podrías decir, por ejemplo:»
«No puedo ser culpable porque soy un Hijo de Dios.»
«Ya he sido perdonado.»
«El miedo no tiene cabida en una mente que Dios ama.»
«No tengo necesidad de atacar porque el amor me ha perdonado.»
«La sesión de práctica debe terminar, no obstante, con una repetición de la idea de hoy en su forma original.»
REPETICIONES FRECUENTES:
«Las sesiones de práctica más cortas pueden consistir ya sea en una repetición de la idea de hoy en su forma original o en una afín, según prefieras.»
RESPUESTA A LA TENTACION:
Si se presenta alguna situación conflictiva con algún hermano, tanto si la persona está presente como si no, puedes decirle silenciosamente:
«Dios es el Amor en el que te perdono.»
Todas las variantes de los ejercicios de hoy, reconocen el amor de Dios, como la condición de que logremos un perdón real, que nos llevará a sanar las relaciones con mis hermanos y a sanar la relación conmigo mismo, lo que me evitará juzgar, condenar o atacar a mis hermanos o atacarme a mi mismo a través de enfermedades.
El amor de Dios no solo es la base del perdón, sino también el poder que nos conduce de regreso al Paraíso perdido, es el proceso en el que el amor se reencuentra consigo mismo y se completa. Ese es el milagro del perdón, hagámoslo realidad hoy.
Oscar Gómez Díez
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