
Décimo tema especial:
10. ¿QUÉ ES EL JUICIO FINAL ?
Comentado por:
Oscar Gómez Díez
La Biblia comienza y termina con un juicio. El Génesis empieza con un supuesto juicio de Dios contra nosotros, que culmina con la expulsión del paraíso. La Biblia termina en el libro del Apocalipsis, con el Juicio Final de Dios, la profecía en la que se destruye lo creado en el Génesis, todos seremos exterminados, excepto unos cuantos elegidos, 144 mil personas, 12 mil, por cada una de las 12 tribus de Israel.
La llamada cultura judeo cristiana se ha erigido sobre el odio y el miedo a Dios, por habernos expulsado del paraíso, y por los castigos que nos infringe. Él aparece como el culpable de nuestras desgracias, a la vez que cargamos un miedo mayor: la muerte y las tribulaciones del Juicio Final. Para calmar a un dios vengativo e iracundo, le ofrecemos el “amor” de los temerosos, con ofrendas y sacrificios. En el fondo está nuestra auto culpabilidad que ha moldeado nuestra psiquis colectiva.
«El Juicio Final es una de la ideas más atemorizantes de tu sistema de pensamiento. Eso se debe a que no entiendes lo que es. Juzgar no es un atributo de Dios.» (T-2.VIII.2:1-3)
EL JUICIO FINAL PARA EL JUDAÍSMO:
En el Antiguo Testamento hay varias referencias al juicio de Dios, especialmente de Daniel 12, también hay menciones en Joel 3, y en Ezequiel 37,
En Ezequiel se expone la resurrección de los muertos, y el juicio de Dios Luego Daniel va precisando la profecía, primero con la resurrección de los muertos, quienes serán luego juzgados por Dios:
«Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua.» Daniel 12:2
Y la promesa de la eternidad:
«Pero sigue ahora tú viviendo hasta el final de tus días y luego descansa en paz, que al final de los tiempos serás levantado de tu tumba para recibir tu recompensa” Daniel 12:13
Así que el Antiguo Testamento anuncia la resurrección de los muertos, al final de los tiempos, el juicio de Dios, la vida eterna para los buenos, y la condenación eterna para los malos.
Para el judaísmo el cuerpo es una creación divina, de ahí que no se conciba una relación con Dios desligada del cuerpo, una vez que los cuerpos mueran hay que establecer una intervención divina que los resucite, ya sea para la vida eterna o para la eterna condenación. Sea lo uno o lo otro, estará mediado por un juicio.
EL JUICIO FINAL EN EL CRISTIANISMO:»
La resurrección de todos los muertos, «de los justos y de los pecadores» (Hechos 24, 15), precederá al Juicio final. Esta será «la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz […] y los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, resucitarán para la condenación» (Juan 5, 28-29). Entonces, Cristo vendrá «en su gloria acompañado de todos sus ángeles […] Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras. Pondrá las ovejas a su derecha, y las cabras a su izquierda […] E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna.» (Mt 25, 31. 32. 46).
Para el cristianismo el Segundo Advenimiento, y la resurrección de los muertos, preceden al Juicio Final, Según el Nuevo Testamento todos estos eventos van juntos en una sucesión de acontecimientos. A diferencia del Antiguo Testamento en que el Juicio es realizado por Dios mismo, en el Nuevo Testamento es desatado por Cristo, y la credencial la obtiene por haber sido inmolado, en su condición de cordero sacrificado, lo que le da derecho a abrir los siete sellos del Apocalipsis, y desatar todas las tribulaciones sobre la tierra. En otras palabras el derecho a una supuesta venganza divina.
LA TEOLOGÍA DEL MIEDO:
El Nuevo Testamento desarrolla las profecías del Antiguo Testamento sobre el Juicio Final llegando a su punto culminante en el último libro de la Biblia: el Apocalipsis de San Juan, que en una descripción épica del fin de los tiempos.
Un ferviente cristiano que lea el Apocalipsis no dejaría de estremecerse frente a los tormentos que allí se describen, pues aquellos que no aparezcan en el libro de la vida son sometidos a múltiples tribulaciones durante meses, son objeto de la ira insaciable de Dios, a tal punto que desearían morir pero no pueden hacerlo pues deben sufrir:
«Y en aquellos días los hombres buscarán la muerte, pero no la hallarán; y ansiarán morir, pero la muerte huirá de ellos.» (Apocalipsis 9:6) En estos pasajes la venganza de Dios no se sacia con la muerte inmediata, sino con un dolor y agonía que se prolongarán durante el fin de los tiempos.
LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS Y EL EGO:
La promesa de la resurrección de los muertos y la vida eterna, suena a música para los oídos del ego, al prometerle la resurrección y la inmortalidad de los cuerpos. De ahí que en la edad media se enterraban los cuerpos en las iglesias o cerca de las iglesias, para estar lo más cerca posible de tal acontecimiento, todo dependía de la capacidad de pago del difunto o su familia. La resurrección de los muertos y la vida eterna de los cuerpos, se convierte en el premio para los que respeten los preceptos bíblicos. A la vez que aminora el miedo al juicio final y la condena eterna. Es una promesa de miedo y esperanza, como todo lo que producen las mentes duales en este mundo. En el fondo de toda esta trama está el miedo a Dios, el miedo al amor, que es nuestro mayor obstáculo a la paz y la felicidad.
EL JUICIO FINAL EN UN CURSO DE MILAGROS:
Un Curso de Milagros busca reinterpretar desde el amor y la no dualidad, aquellos pasajes bíblicos que inducen al miedo a Dios.
El hermoso texto que vamos a estudiar sobre el Juicio Final, nos mostrará otra perspectiva, ya no desde el miedo sino desde el amor y el perdón.
«El castigo es un concepto completamente opuesto a la mentalidad recta, y el objetivo del Juicio Final es restituirte tu mentalidad recta.» (T-2.VIII.3:4)
Mientras le tengamos miedo a Dios, le tendremos miedo al amor, por lo que nuestra mente será gobernada por el ego, por el miedo. Corregir esta teología del miedo, implica restablecer la verdad sobre el amor de Dios, que es absoluto, sin opuestos, sin juicios y condenas, es restablecer y reconocer la total inocencia del Hijo de Dios, que es tan impecable como el Padre, pues fue creado a Su semejanza. Si no sanamos nuestra falsa creencia acerca del miedo a Dios, no podremos sanar nuestras mentes y experimentar el Amor que somos.
«Cuando todo lo que retengas en la memoria sea digno de amor, no habrá ninguna razón para que sigas teniendo miedo.» (T-2.VIII.5:10) En ese momento tampoco es necesario ningún juicio, pues el Amor no sólo ha sustituido al miedo, sino también a la falsa creencia que nuestras culpas merecen un castigo. En ese momento constataremos que Dios no juzga pues nunca nos ha condenado.
EL TRIUNFO DE LA VERDAD:
«El Segundo Advenimiento de Cristo le confiere al Hijo de Dios este don: poder oír a la Voz que habla por Dios proclamar que lo falso es falso y que lo que es verdad nunca ha cambiado.» (L-PII.10.1:1) El primer párrafo de este tema especial, se apertura con una mención al Segundo Advenimiento, que nos confiere el don de escuchar al Espíritu Santo proclamar que «que lo falso es falso y que lo que es verdad nunca ha cambiado.» Esto quiere decir que la separación no es real, que todavía seguimos siendo tal como Dios nos creó, perfectos, impecables e inocentes, y que nada de eso ha cambiado. En otras palabras el veredicto del Amor y de la inocencia ya se ha emitido
EL FIN DE LA PERCEPCIÓN:
«Y éste es el juicio mediante el cual a la percepción le llega su fin.» (L-PII.10.1:2) La percepción es una falsa interpretación de aquello que vemos después de haber proyectado afuera nuestras culpas y miedos, la percepción se basa en juzgar, condenar y atacar. A través del perdón nos liberamos de los juicios y los ataques, y de esta manera, accedemos al conocimiento de Dios, y del único juicio que Él puede emitir: la total inocencia de Su Hijo.
«Lo primero que verás será un mundo que ha aceptado que esto es verdad, al haber sido proyectado desde una mente que ya ha sido corregida.» (L-PII.10.1:3) Lo primero que veremos es el mundo real, el mundo perdonado y feliz, un mundo libre de juicios y condenas. Una mente que se ha sanado a través del perdón. De esa manera, hemos pasado de la falsa percepción del ego, a la percepción verdadera del Espíritu Santo, » Y con este panorama santo, la percepción imparte una silenciosa bendición y luego desaparece, al haber alcanzado su objetivo y cumplido su misión.» (L-PII.10.1:4) De la percepción verdadera en el mundo real, pasamos al conocimiento en el estado del Cielo. De ahí que la percepción desaparece al haber cumplido su misión.
LA DESAPARICIÓN DEL MUNDO:
«El Juicio Final sobre el mundo no encierra condena alguna.» (L-PII.10.2:1) A diferencia de los macabros acontecimientos narrados en el Apocalipsis, se nos comunica que no hay condena alguna. Pues Cristo ve al mundo «completamente perdonado, libre de pecado y sin propósito alguno.» (L-PII.10.2:2)
Cuando el amor y el perdón contemplan al mundo saben que este no tiene «causa ni función ante los ojos de Cristo, simplemente se disuelve en la nada. Ahí nació y ahí ha de terminar.» (L-PII.10.2:3)
El juicio del amor sobre el mundo, es reconocer que este es ilusorio como el tiempo que parece sustentarlo, que al no tener causa real se desvanece, desaparece ante la presencia de la verdad. «Y todas las figuras del sueño con el que el mundo comenzó desaparecen junto con él.» (L-PII.10.2:4-5)
LA UTILIDAD DE LOS CUERPOS:
Jesús no podría hablar de la resurrección de los cuerpos, pues éstos son tan ilusorios, como el mundo, el ego y el tiempo, «Los cuerpos no tienen ahora ninguna utilidad, por lo tanto, desaparecen también, pues el Hijo de Dios es ilimitado.» (L-PII.10.2:6) Los cuerpos puestos al servicio del Espíritu Santo, pasan de ser un instrumento de separación y ataque al servicio del ego, a ser un instrumento de comunicación de amor y perdón, y una vez cumplida su misión, le damos las gracias por los servicios prestados, como lo hacemos con un viejo traje o un coche, que nos sirvieron durante algún tiempo y luego los dejamos. Los cuerpos no tienen ningún objeto en el estado del Cielo que es mental y amorfo.
LA GRAN CORRECCIÓN:
«Tú que creías que el Juicio Final de Dios condenaría al mundo al infierno junto contigo, acepta esta santa verdad: el Juicio de Dios es el don de la Corrección que Él le concedió a todos tus errores. Dicha Corrección te libera de ellos y de todos los efectos que parecían tener.» (L-PII.10.3:1) Esto es lo que Un Curso de Milagros llama la Expiación, el gran principio de la corrección de todos nuestros errores de percepción, hasta llevarnos al conocimiento de la totalidad toda abarcante de la que gozan Dios y Sus Hijos.
MIEDO Y ESCLAVITUD:
Aquí se expone la razón por la cual se escribe este tema especial sobre el Juicio Final: «Tener miedo de la Gracia redentora de Dios es tener miedo de liberarte totalmente del sufrimiento, del retorno a la paz, de la seguridad y la felicidad, así como de tu unión con tu propia Identidad.» (L-PII.10.3:2)
LA MISERICORDIA DIVINA:
Y en este siguiente párrafo se expone, una reinterpretación desde el amor del Juicio Final:
«El Juicio Final de Dios es tan misericordioso como cada uno de los pasos de Su plan para bendecir a Su Hijo y exhortarlo a regresar a la paz eterna que comparte con él.» (L-PII.10.4:1)
NO TENGAS MIEDO DEL AMOR:
«No tengas miedo del amor, pues sólo él puede sanar todo pesar, enjugar todas las lágrimas y despertar tiernamente de su sueño de dolor al Hijo que Dios reconoce como Suyo.» (L-PII.10.4:2) Esta es una nueva exhortación para que no le tengamos miedo al amor. Dios es el Amor mismo, que no juzga, ni condena ni castiga, pues en tal caso dejaría de ser el Amor, que se extiende a Sí Mismo dándose con gozo y en paz. En este pasaje se retoma una frase del Apocalipsis en que Dios enjugará toda lágrima de dolor que hayamos creído sufrir, el Amor de Dios pone fin a todo sufrimiento.
«No tengas miedo de eso. La salvación te pide que le des la bienvenida. Y el mundo espera tu grata aceptación de ella, gracias a lo cual él se liberará.» (L-PII.10.4:4-6) No tengamos miedo del Amor, por el contrario, démosle la bienvenida, pues nuestra sanación depende de que aceptemos el amor en lugar del miedo, sólo en ese momento nos podemos liberar de todo sufrimiento, y de las ataduras del ego.
EL JUICIO FINAL DE DIOS:
El texto concluye con el veredicto final de Dios, con la sentencia final del Amor:
«Éste es el Juicio Final de Dios: “Tú sigues siendo Mi santo Hijo, por siempre inocente, por siempre amoroso y por siempre amado, tan ilimitado como tu Creador, absolutamente inmutable y por siempre inmaculado. Despierta, pues, y regresa a Mí. Yo soy tu Padre y tú eres Mi Hijo”.» (L-PII.10.5:1:3)
Bendiciones
Oscar Gómez Díez